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lunes, 16 de noviembre de 2009

Alejandro Martínez, en su mejor concierto...

 De Las Cosas de Antoine


Como por desgracia resulta imposible estar todas las noches en el Barcelona 8 descubriendo su ejemplar forma de ebullir junto a la música, toca hacer selección prioritaria, incluso aunque se odie el término. Y en ella, una de esas citas que cabe no perderse cada mes es la de Alejandro Martínez. Mucho menos ahora, en que su evolución como músico madurado y de mérito aromático es fulgurante. Lo que empuja a que si una vez se le falla, en la siguiente queda palpable la sensación de que nuestro corazón se ha perdido algo de su bondad en el “mientras tanto”.

Alejandro sigue basando su repertorio a base de “orgasmos”, algo comprensible teniendo en cuenta la brillantez de ese disco (amén de saludable y recomendado por los médicos si quitamos las comillas), pero poco a poco está dando a luz en público nuevas canciones íntimas, cuidadas, recogidas y en las que el fulgor sentimental de las historias quizás no permita apreciar hasta una segunda o tercera escucha la factura tan cuidada de los detalles. Me queda la sensación de si Alejandro vuelve un poco más a la pausa y al recogimiento en sus letras por una cuestión personal, porque simplemente enseña estas canciones a la espera de romper con las más animadas, o si en cierta manera le han hecho mella las indicaciones de que se estaba dejando llevar por ciertor aires más “poperos” que de solista…

…A mí personalmente me da lo mismo. Sobre todo porque la suma del aplomo con el talento que Alejandro siempre ha tenido están forjando a pasos agigantados un músico capaz de estar ya sobradamente por encima de esas cuestiones. En este momento, con Alex hay que tener claras tres cosas muy simples y a la vez susceptibles de una tesis. La primera, que es un musicazo cuyos directos aguantan sobradamente un concierto al mes con el bendito Barcelona 8 hasta los topes. La segunda, que es lógico que exprima su disco de “Orgasmos” porque es buenísimo, lleno de sugerencias en la rítmica, los acordes y las letras. Y tercera, que las canciones que ya ha enseñado, junto a las que está preparando y la manera que va a tener de mostrar las pruebas de su trabajo en los últimos meses (algo que me he comprometido a no desvelar), van a terminar, si es que no lo han hecho ya, de hacerle romper y consolidar los cimientos que apadrinan su éxito…

Con Alejandro Martínez, además, no hay oportunidad de separar lo personal de lo profesional. Es un chaval magnífico, que siempre tiene una sonrisa y un abrazo esperándote, que cultiva el cariño como pocos y que agradece cualquier muestra de bondad que se le ofrezca, aunque ascienda a menos de la mitad de las que él da. Y eso configura toda su música, cargada de sentimientos profundos y de experiencias vitales que seguramente, aunque algo veladas para que no las adivinemos con facilidad, revelan revoluciones y procesos de fecunda catarsis interna…

Alejandro se presenta cada mes en el Barcelona en cita obligada porque sí y porque las noches en que lo hace son amables y tiernas. Porque en cada una de ellas hay una nueva canción o una sorpresa diferente. Porque el público es multidisciplinar y se respira con él la vida en su disciplina de amores diferentes. Y porque la buena música, aunque en el Barcelona 8 sea un elogio a la propia filosofia, llega desde su altavoz siempre multiplicada y ablandando rencores y deudas. Alejandro consigue tanto, que nos consigue a todos. Y tener la oportunidad de disfrutarlo, es un privilegio que nos hace mejores, mucho más si es con esa garantía de conjugar el infinito…


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