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domingo, 11 de abril de 2010

Quique repite en la primavera del BCN8

6 meses después de un noviembre con España-Argentina, henchido de su tranquilidad letárgica, como si necesitara refugiarse en garitos para no tener el fantasma de un vértigo que amenace su intimismo, Quique González ha vuelto a vivir la experiencia de tocar medio en secreto en el Barcelona 8 que regentan Jorge Velo, Ana Sinova, Nico, Dani Kratteviter, etc… Lo de medio en secreto es porque la fama de Quique ya resulta víctima de la propagación fatua de Internet, así que por allí andaba gente que no fue avisada pero que se enteró. Y a los que Quique bendice pidiendo que se les deje pasar por haber tenido fe. El resultado es que el BCN8 hoy reventaba como no recuerdo desde aquel homenaje a Antonio Vega. Los de la lista de Ana Sinova (una bendición figurar en ella) ya éramos unos cuantos. Los de la doble astucia ya estallaban las costuras. Quique lo ha vuelto a forjar…
La música desenchufada de Quique se ha complementado, como desde hace tanto tiempo, con la compañía de Jacob Reguillón, su bajista, un tipo con dedos larguísimos que juguetean de una forma mágica con las enormes cuerdas del bajo y con eso que a mí, profano en la materia, me parece un mamotreto de mucho cuidado. Mientras miraba a Jacob deslizar sus dedos me daba por pensar dos cosas. La primera, que cuando sale con su bajo de gira, junto a Quique y otros de la banda, la “furgo” debe ir teledirigida, porque no cabe ni el conductor en ella. La segunda, que seguro que cuando Jacob nació, el médico le miró esos dedos finos de costurera y espetó seguro a su madre: “señora, ha tenido usted un bajista cojonudo… Un día, habrá un genio de la música que no pueda vivir sin él…”.
… Así que Jacob y Quique nacieron para esto. Y el recogimiento de la música con aire rockero pero dulcificada por quien sabe darle tiempo y forma, seguramente se creo para Bob y ahora anda buscando un camaleón que le permita girar para adaptarse a Quique, que mezcla tantas cosas en el escenario y demuestra una soltura tan brutal para tratar y darle matices a sus propias canciones, que más que un concierto da lecciones de guitarra, de teclados, de armónica y de compostura. Entre quienes le escuchan, cada vez que llega un disco de Quique, se madura la idea de si tocará ser “intimista” o se desatará ese rockero indómito que se fija en precedentes de todo pelaje. Pero desde que el “Daiquiri Blues” se sirvió al público, eso se ha terminado. Ahora Quique ha encontrado el término absoluto y consolidado de un estilo definido, de unas letras con las hipérboles suficientes para ser poesía primaveral, de acordes con los mensajes medidos, de la sonrisa atemporal…
En los conciertos de Quique, y más en los conciertos como el del BCN8, donde nadie está lejos del escenario, estar a centímetros es estar en un concierto diferente. Porque Quique, que parece que se ha preparado el “set list” en la parte de atrás de una quiniela durante una breve prueba de sonido, cuida a fondo cada detalle. Su dominio del pentagrama se hace soberbio y calculado, hasta el punto de admitir cualquier sugerencia de Jacob, del público o de quien le dé gana, porque dentro de Quique hay muchos Quiques, aunque sumados creen una trinidad que refulge y se esconde al calor de cubatas y sones…
Quique en el Barcelona 8 parecía una oportunidad única en otoño y lo ha vuelto a ser en primavera. Quique siempre es una oportunidad en cualquier momento. Su talento le permite versionar a poetas que encuentran ya en él a un colega. Sus virtudes parecen reposar en instantes que se hacen infinitos. Su Barcelona 8, que siento en orgullo también mío, es refugio de causa y consecuencia. Sus inspiraciones “curristas”, sueños que se proponen derribar adjetivos y letras cada vez mejores, más pensadas, más necesarias y más adictivas. En el Barcelona 8 esta noche estábamos amig@s de la casa, músicos por doquier, el Maestro Guzmán, David y Alvarete, caras que mejoran el alma al refrescarse en la memoria. Y Quique era mucho más que un pretexto en ello. Mañana los crucigramas que empiecen por la “p” no dudarán entre el “poeta” y el “poema” si se inspiran en sus sentidos. Mañana y siempre, la música de Quique es válvula y motor del fulgor de las palabras.